La primera década de este nuevo milenio se ha caracterizado por la toma de conciencia a nivel mundial de que el uso de la energía es el principal causante del cambio climático que estamos viviendo y que amenaza con hacer cada vez más difícil la vida en el planeta.
Las instituciones científicas a nivel mundial, muy comprometidas con la búsqueda de nuevas fuentes de energía menos contaminantes ya concluyeron que la magnitud de los daños al planeta y a su población, producidos por el cambio climático, avanza más rápido que la introducción de estas nuevas fuentes a la práctica social.
La situación actual de emisiones de CO2 energético a nivel mundial está lejos de estar bajo control. Recientemente el diario EL TIEMPO, publicó nota en la cual se informaba los últimos resultados de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, que revelaban que el nivel de CO2 en la atmosfera de la Tierra superó por primera vez las 400ppm, lo que muestra un nivel record de gases de efecto invernadero.
El reconocimiento objetivo de esta situación ha provocado profundos cambios en lo que hasta ahora habíamos entendido como “gestión energética”. El mayor de estos cambios salió a luz en junio de 2011 cuando fue emita por la organización ISO la Norma de Gestión Energética ISO 50.001.